viernes, 4 de mayo de 2018

Periodismo y Aventura

Nota del Autor (OLL). El texto que sigue a continuación en realidad es parte de un ensayo y el inicio de una conferencia que he tenido el privilegio de impartir en alguna ocasión. En él trato de aunar dos cosas que me han apasionado toda la vida y, quizás por mi formación académica y por las vicisitudes profesionales, en ocasiones he podido experimentar como si de una sola se tratase… De ahí la reflexión en la que os introduzco a continuación y que, espero, os resulte interesante y sea de vuestro agrado. 


Por Ángel Alonso (OLL) 

Aunque sean conceptos distintos, lo cierto es que la relación existente entre periodismo y aventura resulta muy difícil de separar. Incluso, si profundizásemos lo suficiente, podríamos llegar a la conclusión de que ambas facetas pueden llegar a ser inseparables, como las dos caras de la misma moneda. 


Desde el origen de los tiempos, retrocediendo al momento en el que una brizna de inteligencia iluminó el cerebro de algunos de los simios que habitaban la zona oriental de África y con ello comenzara la apasionante aventura de la Humanidad, si hay algo que ha diferenciado al hombre de los animales es su memoria colectiva, es decir, su capacidad de aprendizaje y asimilación de los conocimientos y experiencias transmitidas por los miembros de la especie, ya sean antecesores o contemporáneos, y su facilidad instintiva de avanzar en el conocimiento, de generación en generación.

Quizás es posible que, precisamente, este instinto de conocimiento colectivo fuera el que hiciera que los primeros periodistas del género humano fuesen aquellos esforzados buscadores de comida, agua y refugio que se aventuraban a lo desconocido y, posteriormente y si conseguían sobrevivir, regresasen al seno de la comunidad para dar las buenas o malas noticias al resto del grupo, descubriendo el mundo para ellos y para las generaciones futuras. 

De este instinto de supervivencia colectiva es posible que naciera el reflejo y la necesidad de contar cosas… Nadie puede reprimir y guardar para sí solo, un conocimiento, algo extraordinario o cualquier cosa que el sujeto considere de interés para los sujetos con los que se relaciona; y es posible que esas experiencias vividas o esos conocimientos adquiridos tras la conclusión de una empresa de resultado incierto, marcasen el nacimiento del periodismo más primitivo. 


Por eso resulta difícil de diseccionar y deshacer la relación existente entre periodismo y aventura; y, sin embargo, sí resultaría mucho más fácil designar a los primeros aventureros, aquellos primeros homínidos que se separaron temporalmente del grupo, como los primeros periodistas… 

Dando un enorme salto en el tiempo, descubrimos a hombres famosos de la Antigüedad como Herodoto o Nearco que, podríamos decir, marcan el inicio de las crónicas viajeras y el relato de los descubrimientos. Las nuevas rutas, las culturas encontradas y el ensanche de los horizontes del mundo conocido, fueron descritos y narrados por los aventureros que acompañaron a Hannon de Cartago, Alejandro Magno o Julio César. 

Con el avance de la civilización y el desarrollo del transporte, las crónicas de los aventureros fueron ganando en temporalidad, lo que aumentó el interés del gran público por las noticias y relatos llegados de lugares lejanos. El temor por lo desconocido y la curiosidad por averiguar que hay al otro lado de la montaña o más allá del mar, hizo que la realidad se mezclara con la ficción y el resultado fue que la transmisión y el relato de los hechos se hicieran más literarios y, por tanto, más atractivos e interesantes. 


El desarrollo del comercio y el ansia de riquezas prodigaron la figura del viajero, en cuyo interior anidaban, entre otras, dos motivaciones principales: la necesidad y el espíritu de aventura... Grandes distancias eran cubiertas en pos de seda, oro, marfil, esencias, especias o piedras preciosas. Las penalidades y los peligros del viaje puede que encareciesen las mercancías, pero seguro que los relatos del viaje y la descripción de los exóticos lugares de procedencia aumentaron el interés. Es posible que en aquellos momentos estuviésemos asistiendo a las primeras aplicaciones del mundo de la aventura al márquetin. 

Por itinerarios casi mágicos como la Ruta de la Seda en Asia, las caravanas de dromedarios a través del desierto en África o el Camino del Inca en América, circularon un sin fin de historias, crónicas y relatos que fascinaban a las gentes, convirtiéndolas en consumidores del periodismo de aventura de la época que, a pesar de sus retrasos temporales, sin duda les parecería de rabiosa actualidad… 

                                                                                                                          Fin del fragmento 


A la memoria de Juan Francisco Muñoz, periodista y muchas cosas más, al que los nativos de la selva continental de Guinea Ecuatorial conocían como “el hombre que veía sin ojos”.

Publicaciones Relacionadas

No hay comentarios:

Publicar un comentario