Nota
del Director (OLL).
No hay mejor forma de iniciar este blog que rindiendo un sincero homenaje a
quien fue uno de los grandes del mundo de la exploración en España, José Manuel
Novoa, quien nos dejó en septiembre del pasado 2017. Inauguramos la publicación
de relatos y reportajes en el blog de “Objetivo: La Luna”, con un delicioso
relato corto, lleno de magia y aventura, que José Manuel escribió como parte de
un libro que, lamentablemente, ya nunca verá la luz… Lo que les invitamos a
leer surge de la experiencia personal del primer viaje de José Manuel a la
cuenca amazónica venezolana, en 1975, con tan solo 21 años … Éste es el modesto
reconocimiento a la enorme figura de nuestro querido y añorado amigo… Por
favor, disfrútenlo…
Por
José Manuel Novoa (OLL)
“No,
no; de eso no voy a hablar. Eso son cosas que se ven y si no se entienden se
queda uno totalmente loco... Pero los mutantes lo van a pasar muy mal. Quizás
no, pero si uno es descubierto seguro que les destruirían... Pero de eso no
quiero hablar. Si quieres, te puedo enseñar un dibujo de un animal muy raro,
que vive allá arriba”.
Alexander Laimel se levantó y comenzó a
hurgar en un cajón de madera, que estaba sobre una estantería de bambú encima
del fogón. Era ya muy tarde. Jiménez, un buscador de diamantes que me prestaba
sus servicios como guía, y el indio camaracoto
que nos ayudaba en la navegación por el Carrao, hacía tiempo que dormían en sus
chinchorros, bajo un cobertizo, en la orilla del río. Estábamos en 1975. Yo
tenía 21 años y era mi primera expedición. Regresábamos del Salto Ángel, el salto de agua más alto
del mundo. El caudal del río Churun, se precipita al vacío desde la cresta de
la meseta del Auyan Tepuy, a mil
metros de altura, en el corazón del Macizo Guayanés venezolano.