El territorio próximo al Edén
Igual que en aquellas secuencias finales de películas de aventuras, el sol hundía majestuoso su disco dorado, incandescente, en la tensa línea del horizonte, mientras la superficie del mar convertido en cobrizo espejo se reflejaba trémula la estela luminosa del astro. Inflamábase el cielo claro del Mar Caribe, cediendo su azul zafiro a una amatista que sin apenas recrearse en los tintes malvas se tornó puro fuego, tiñendo aquellas nubes suspendidas con pinceladas carmesí. Viraron los colores y los tonos del firmamento como cambió también el aroma del bosque y del palmeral de cocoteros que lamían las arenas blancas y las aguas turquesa, cual manglares sedientos de liquido.
Por José Antonio Pujante (OLL)
El vaivén de las olas con su rumor que arrulla y el universo multicolor, remedando una paleta de pinto, ejercían de exquisito sedante del espíritu. Y no estaba en un cine de barrio extasiándome con la sesión de tarde un sábado cualquiera de la década de los sesenta; estaba en la West End de Cayman Brac, la más septentrional y pequeña de las tres islas que componen el privilegiado archipiélago.