viernes, 20 de abril de 2018

Groenlandia, la utopía de Erik el Rojo

Nota del Autor (OLL). Tuve el privilegio de visitar Groenlandia en agosto de 2000, cuando el deshielo no era tan evidente y el cambio climático aún no estaba dando los síntomas que muestra en la actualidad. Hace diecinueve años era difícil de predecir los niveles de calentamiento a los que hemos llegado, con la consiguiente alteración del paisaje y del entorno en el que se desarrolla la vida en esa parte del mundo… Desde allí, sentado en una piedra frente a hermosos fiordos, junto a mis amigos Enrique Guillermo y Ramón Larramendi, hicimos dos programas de radio en directo, solventando todas las dificultades y viviendo una experiencia maravillosa e irrepetible. Ni que decir tiene que esas dos ediciones de Objetivo: La Luna, fueron un éxito de audiencia… Lo que sigue es consecuencia de la fascinación que me produjo el acercamiento a la cultura inuit y el conocer, en aquel momento, una parte del planeta que, a todos los efectos, se podría considerar virgen.



Por Ángel Alonso (OLL).

Ya corría el año 870 de nuestra era cuando algunos monjes irlandeses comenzaron a establecerse como ermitaños en esta isla cuyos 2.175.600 kilómetros cuadrados se extienden, en su mayor parte, al norte del Círculo Polar Ártico. Si los duros monjes irlandeses buscaban la soledad, no pudieron escoger un escenario más apropiado... Enormes territorios sin presencia humana alguna donde extensos fiordos avanzan, con irrespetuoso desparpajo, tierra adentro hasta topar con el verdadero señor de estos parajes: el hielo... Y esto en la época estival, ya que, fuera de esta estación, las bajas temperaturas solidifican el mar de alrededor, uniendo con suelo firme la superficie terrestre y la marina, llegando incluso a establecer importantes puentes de tránsito con las islas próximas del oeste y con las tierras continentales de Canadá. Todo ello bajo el tenaz manto de la noche polar.

jueves, 19 de abril de 2018

Proyecto Trineo de Viento: Circunnavegación Antártida 2018 - 2019

Nota del Director (OLL). Además de retos deportivos y de divulgación, realizados en La Antártida durante las últimas décadas por diferentes equipos e instituciones, como por ejemplo el Equipo Militar de Alta Montaña del Ejército de Tierra y el equipo de Televisión Española Al Filo de lo Imposible, es de destacar el papel realizado por el explorador polar madrileño, Ramón Larramendi quien, con su Proyecto Trineo de Viento, ha realizado ya dos importantes expediciones a La Antártida, llegando al conocido como Polo Sur de Inaccesibilidad en 2005 y Polo Sur Geográfico en 2012, con un vehículo no contaminante, construido al modo tradicional de los nativos del Ártico (inuit), e impulsado por la fuerza del viento a través de cometas, con las que se controla y dirige el vehículo que, además de servir de transporte y vivienda, también es utilizado como base científica móvil.

Por estas fechas Ramón Larramendi se encuentra ultimando una nueva expedición, que daría comienzo durante el próximo otoño, con la que pretende realizar un recorrido circular de 7.000 kilómetros y de aproximadamente 100 días, por el interior de La Antártida, con un trineo de dos toneladas de peso, construido en cuatro módulos, con una longitud total de trece metros y cuatro de ancho, también impulsado por el viento, mediante cometas sujetas a la estructura y controladas mediante poleas.


Por Ramón Larramendi (OLL)

El proyecto Trineo de Viento no ha dejado de experimentar mejoras en los últimos 17 años. En la expedición del 2016, se testó su prototipo número diez, un paso más en el desarrollo de un vehículo sostenible único en el mundo.  El Trineo de Viento es un proyecto que se basa en un vehículo de funcionamiento sencillo y totalmente limpio que no deja de crecer. El último prototipo, y definitivo en sus características principales, tiene cuatro configuraciones diferentes.