Nota
del Autor (OLL). Me consta que no soy el único que quedó
fascinado por aquella escena inicial de la maravillosa película de Sydney
Pollack, Memorias de África, en la
que un pequeño y humeante tren atravesaba la sabana… Con el encanto y la
practicidad de aquellos tiempos, el convoy se detenía en medio de la llanura
para recoger el marfil que cargaba el personaje interpretado por Robert Redford
y cuyo destino era Nairobi. En ese tren,
rodeada de los lujos victorianos de la época que era posible poner a
disposición de un pasajero de primera clase, viajaba el personaje de Karem
Blixen en su llegada a Kenia para reunirse con su marido y primo, el barón Bror
von Blixen. Y fue durante aquella breve parada, en medio de la sabana, cuando
la danesa que escribiría bajo el seudónimo de Isak Dinesen tuvo su primer
contacto con el que sería su amante, el cazador y piloto estadounidense, Denys
Finch-Hatton.
Más tarde Karem Blixen se instalaría en
las Tierras Altas, cercanas a Nairobi, donde, con la colaboración de los kikuyu, se dedicaría al cultivo del café en su famosa granja al pie de
las colinas de Ngong… Allí también construiría una escuela para los niños de la
zona y su célebre vivienda principal, conocida como M’bogani que en suajili
significa la mansión de los bosques, en donde, primero junto a su marido
y más adelante en compañía de su amante, transcurrirían los mejores años de su
vida. Pero esa es otra historia…
Lo que sigue a continuación trata sobre los orígenes y construcción del
ferrocarril que consolidaría la colonización y el control del Imperio Británico
en la región. Para los que estén interesados y tengan la oportunidad, resulta
muy recomendable una visita al Museo del Ferrocarril en Nairobi. Allí, además
de poder conocer su historia con mayor profundidad, se pueden ver evocadoras
fotografías, observar curiosos objetos e incluso subir a las locomotoras, o
entrar en algunos de los vagones que allí se conservan. En definitiva, un viaje
a un tiempo único, en un entorno fascinante…
Por
Ángel Alonso (OLL)
Todo comenzó a finales del siglo XIX
cuando la Gran Bretaña victoriana decidió echar el resto para mantener el
control de sus territorios en el África Oriental, norte de Tanganika, actual
Kenia, los británicos consideraron prioritario aumentar su presencia en el Lago
Victoria y asentar su autoridad en la mayor extensión de territorio posible.
Por aquel entonces los belgas ocupaban los actuales Congo, Ruanda y Burundi,
mientras que Alemania mantenía su presencia en el territorio del sur de
Tanganika, actual Tanzania, y no disimulaba sus intenciones expansionistas
hacia norte y oeste.