jueves, 17 de febrero de 2022

Yo estuve bajo la Estrella Polar

La realización de un sueño ártico

El propósito de este artículo es el de contaros las vivencias de unos años intensos en los que, en compañía de un reducido puñado de amigos, recorrí algunos de los lugares más hermosos de nuestro planeta. Me gustaría ser capaz de haceros llegar las emociones, miedos y alegrías que vivimos durante ese tiempo y que han quedado en nuestra memoria para siempre. Recordar es volver a vivir.


Por Curro Soria (OLL)

Hace ya algún tiempo, una buena amiga me envió un mensaje por internet. Se trataba, de uno de esos mensajes que corren a cientos por la red y a los que normalmente no suelo prestar atención. Pero aquel mensaje en particular, me sobrecogió por lo que transmite:

“Los hombres, pierden su salud por ganar dinero,
Después, gastan el dinero en recuperar la salud,
Por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente
Y al final, no viven el presente ni el futuro.
Viven como si nunca fueran a morir
Y al final, mueren como si nunca hubieran vivido…”

Es muy difícil resumir en unas líneas todo lo que han supuesto en nuestras vidas estas expediciones y todo lo que sucedió en ellas. Una expedición, no es sólo lo que ocurre durante su desarrollo. Comienza mucho antes del viaje en sí con los preparativos y gestiones previas, meses e incluso años antes del comienzo de la misma. Pero además, hay otros muchos actores anónimos que intervienen, además de los expedicionarios. También pasaron a formar parte de nuestras vivencias multitud de personas en España y en Rusia que estarán presentes en nuestras vidas para siempre… Este es el resumen de nuestra pequeña historia.

El 15 de Mayo de 1992, el Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM) alcanzó la cima del monte Everest por la ruta de los polacos. El 25 de Enero de 1995, el mismo equipo llegaba al Polo Sur después de cruzar el continente helado: la Antártida. Como es lógico, tras el Polo Sur parecía inevitable dirigir nuestros sueños hacia el otro Polo, el Norte.

Pero nada es fácil en el Ártico y menos llegar hasta el Polo. Las dificultades para lograrlo son sensiblemente mayores  que las que presentan los 1.200 kilómetros que separan la costa de la Antártida del Polo Sur. La Antártida es un inmenso desierto helado de 14 millones de kilómetros cuadrados. La humedad en él, raramente supera el 4%. No hay vida en su interior, limitándose a la franja costera, donde existe una rica fauna.

El Polo Norte, en cambio, está situado en el centro del Océano Polar Ártico. Mil kilómetros de hielo, a veces de pocos centímetros de espesor, separan la costa Siberiana del lugar por donde pasa el eje alrededor del cual gira nuestro planeta, el Polo Norte Geográfico. Esta enorme superficie helada, denominada la banquisa, sufre la acción de las mareas y corrientes marinas que la rompen en mil canales y la fragmentan en grandes placas, comprimiéndose unas contra otras continuamente, formando zonas de auténtico caos o creando espacios de mar abierto.

Asimismo, está sometida a fuertes vientos que completan la acción de las mareas, empujando y comprimiendo las placas de hielo entre sí durante varios días, aún después de haber dejado de soplar el viento. Esto forma los llamados bordes de presión, enormes muros de hielo que pueden llegar a tener varios metros de alto y kilómetros de longitud. En el Ártico hay además una elevada humedad, producida por las zonas de mar abierto y que provoca una enorme sensación de frío a todo aquel que se adentra en su interior.


Un proyecto largamente elaborado

Las dificultades anteriormente expuestas, unidas a las puramente logísticas y administrativas, hicieron que se planeasen unas expediciones preparatorias, con objeto de seleccionar el equipo humano y el material que se utilizaría para llevar a cabo el intento de alcanzar el Polo Norte en 1999. Para ello se contaría además con la colaboración del equipo del programa de TVE Al Filo de lo Imposible que aportaría un cámara-especialista para filmar los avatares de nuestra expedición.

Llegados a este punto, considero conveniente puntualizar que la dirección, organización, planeamiento y apoyo logístico corrió a cargo de los miembros del Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM) en todas las expediciones en que nos acompañó TVE. Los gastos de esta expedición, se repartieron proporcionalmente a los miembros participantes entre el GMAM y TVE.

Así pues, se realizaron dos expediciones preparatorias. Durante el mes de marzo de 1997, atravesamos el norte de Finlandia y Noruega hasta llegar al Cabo Norte, extremo más septentrional de nuestro continente. En el mes de abril de 1998, realizamos otra expedición por el norte de Canadá, con objeto de alcanzar el Polo Norte Magnético (situado actualmente sobre el Océano Polar Ártico) en aguas territoriales Canadienses. En ambas expediciones se cumplieron todos los objetivos, como se pudo ver en dos programas emitidos por TVE.

Además de alcanzar las metas previstas, se completó la selección del equipo humano que participaría en la expedición definitiva, se terminó de perfilar la ración alimenticia y se dieron los últimos retoques al material para que todo estuviese preparado en el momento decisivo.

 

Organización

La expedición se dividió en tres equipos: operativo, de apoyo y científico. El equipo operativo fue el encargado de realizar la travesía sobre la banquisa, desde el Cabo Artichesky (81º Norte) al Polo Norte y estaba formado por cuatro expedicionarios, tres militares y un cámara de TVE que también realizaron las mediciones para el proyecto científico. Para completar este proyecto, sus componentes fueron sometidos a toda clase de pruebas médicas antes, durante y después de la expedición.

El equipo de apoyo estaba formado por dos militares y un cámara de TVE. Formaba parte del mismo un capitán médico, especialista en cuidados intensivos. Este segundo equipo tenía como misiones, preparar y llevar a cabo los reaprovisionamientos aéreos, la filmación de los mismos y el apoyo sanitario cuando fuera necesario, así como mantener enlace por radio con el equipo operativo y con España y sustituir en caso necesario, a algún expedicionario herido o lesionado.

El equipo científico estaba formado por D. Eduardo Martínez de Pisón, Catedrático de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid y el Doctor D. Ricardo Arregui Calvo, Jefe de Neurocirugía de la Clínica MAZ de Zaragoza, que desarrollaron un amplio programa de investigación dentro de sus especialidades respectivas.


Logística

Estaban previstos dos reaprovisionamientos aéreos mediante helicóptero, en los que los expedicionarios recibirían gasolina, comida y ropa de repuesto. Los helicópteros tenían su base en Khatanga, pequeña población de 4.000 habitantes en la Península de Taimar, al norte de Siberia. No obstante, el segundo aprovisionamiento se realizó desde la base derivante de Borneo, que los rusos colocan sobre la banquisa, en la latitud 89º Norte, durante la segunda quincena del mes de abril para efectuar mediciones científicas. En esta base, llegan a aterrizar aviones de transporte similares en tamaño a un Boeing 737. Parece ciencia ficción ver aterrizar a esos mastodontes con ruedas sobre el mar helado…

En Khatanga se situó también el equipo de apoyo durante la expedición. En los alrededores de esta población, se realizó una fase de acomodación al frío, entrenamiento y puesta a punto final del material, así como de las transmisiones durante los quince días previos a la fecha de partida, puesto que en nuestro país, no es posible encontrar temperaturas de -40ºC e incluso más bajas, como las que hay en el Ártico habitualmente durante el invierno.

 

La Expedición

El 27 de febrero un helicóptero nos depositó sobre el mar congelado, frente al Cabo Artichesky, tras un vuelo de siete horas. Comenzábamos así nuestra ansiada expedición.

Durante los primeros días, sólo disponíamos de unas seis horas de luz para avanzar hacia el norte. El frío era intenso y la sensación interior, de desamparo y abandono total. El paisaje desolador, con un Sol apenas despuntando sobre el horizonte, que producía una sensación de constante crepúsculo. La distancia pendiente de recorrer era inmensa y teníamos por delante sesenta interminables días y mil kilómetros llenos de penalidades y peligros.

El siete de marzo, el Comandante Molina cayó al agua helada del Ártico al tratar de cruzar uno de los innumerables canales de agua, aparentemente congelada. La critica situación se solventó gracias a la rápida actuación del resto del grupo, que inmediatamente montamos una tienda y encendimos un hornillo de gasolina en su interior para calentar al accidentado, presa de un ataque de nervios, evitando así una segura y mortal hipotermia. El mismo incidente se repitió un mes más tarde con Ramón Larramendi (TVE), sin que tampoco hubiese consecuencias graves, afortunadamente.

A principios de marzo, nos encontramos con un inmenso caos de bloques de hielo. Apenas podíamos utilizar los esquís, teniendo que caminar sobre los bloques tirando de nuestros trineos de más de 100 kilos de peso, muchas veces con la ayuda de otro compañero. Los trineos volcaban una y otra vez, se empotraban entre los bloques, se incrustaban de cabeza en los múltiples agujeros del hielo. Era agotador y desmoralizante y puso a prueba nuestra fuerza mental y física.

A todo lo anterior, había que sumar la deriva negativa en ese período de la expedición. Recuerdo un día especialmente, en el que tras caminar siete horas a través del caos de hielo, sólo conseguimos recorrer cinco kilómetros y durante la noche retrocedimos dos…por culpa de la deriva de la placa de hielo sobre la que dormimos. Siete días tardamos en atravesar aquel infierno. Fue sobre este caos donde se me reprodujo una antigua lesión en los abductores. El dolor iba en aumento y además, la lesión empeoraba a causa del frío cada vez más intenso, (el 15 de marzo el termómetro bajó a -50ºC).

Tras seis días de caminar en estas condiciones, tuve que retirarme del grupo operativo en el primer reaprovisionamiento, siendo sustituido por el Alférez Javier Barba.           Tantos meses de preparación, tantos anhelos y esperanzas, quedaban atrás por culpa de aquel dolor intenso y lacerante que me punzaba una y otra vez al mover la pierna lesionada. Estaba desolado, pero ya sabía con antelación que este tipo de aventuras llevan el riesgo en sí mismas y por definición, tienen un final incierto. Afortunadamente, en Khatanga pude recuperarme lo suficiente como para volver a incorporarme al grupo operativo un mes más tarde, en la última semana de expedición, junto con el cámara de TVE Antonio Pérez Grueso.

 

Las Sensaciones

Por las mañanas, al despertarnos dentro de las tiendas, el aspecto de éstas era desolador. Todo su interior estaba tapizado de hielo, producido por nuestra transpiración durante la noche. El saco de dormir exterior (usábamos tres simultáneamente) estaba totalmente congelado (la transpiración también se congelaba en él). En resumen, cualquier cosa que no se hubiera secado la tarde anterior aprovechando el calor del hornillo durante la preparación de la cena, estaba perfectamente congelada. Realmente, el ser humano no esta diseñado para vivir allí.

¿Cómo explicar la sensación de tener que cruzar los cientos de canales aparentemente helados, con la duda de si el hielo aguantaría nuestro peso y el del trineo, o rodear los otros muchos que no estaban completamente congelados aún, retrasando nuestra marcha?

¿Cómo expresar lo que se siente cuando se lleva un mes de expedición, se está al borde del agotamiento por el cansancio y el frío y se sabe que, al menos, queda otro mes de expedición por delante y además sin tener la seguridad de llegar a nuestra meta?

¿Os podéis imaginar lo que es despertarse un día cualquiera en el interior de la tienda, ver todo helado a nuestro alrededor y pensar que una vez más hay que salir del confortable calor de los sacos de dormir y empezar a luchar contra nosotros mismos y contra el hielo que nos envuelve por todas partes y que todo lo puede?

¿Os podéis imaginar lo que es oír durante la noche, dentro del saco de dormir, el inquietante crujido del hielo bajo la tienda, sabiendo que debajo de ella hay 4.000 metros de agua?

Esto y muchas cosas más es lo que fue nuestra expedición al fin del mundo.

Pero al fin, el 27 de abril, tras 60 días de marcha, exhaustos, con la cara y el cuerpo llenos de congelaciones superficiales y con algunos kilos de menos, pero con la inmensa satisfacción del “deber cumplido”, llegamos al final de nuestro viaje: Estábamos en la latitud 90º Norte, la cima de nuestro planeta, bajo la Estrella Polar.

 

Epílogo

Una vez más, hemos comprobado que la ilusión, la voluntad y el método permiten hacer realidad cualquier sueño. Atrás quedaron años de entrenamientos, preparativos y gestiones de todo tipo. También quedaron muchísimos amigos rusos que nos animaron y se volcaron totalmente con la expedición, durante nuestra estancia en Siberia.

En la cena de despedida en Khatanga, hubo un brindis por el final feliz de la expedición que nos emocionó a todos:

“Por los hombres que llevan en su corazón una estrella errante, para que esa estrella les ilumine”.

6 comentarios:

  1. Bravo Curro y el resto del equipo.
    Un abrazo y que la estrella del brindis os ilumine.
    Pabellón bien alto XXXI.Gracias

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  2. Tremenda experiencia propia de titanes, que nos demuestra que una buena preparación, fuerza de voluntad e ilusión, nos permite afrontar con éxito retos importantes y casi inaccesibles.
    Enhorabuena mi general y un fuerte abrazo.

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  3. Siempre que veo la foto dedicada en mi despacho, recuerdo ese programa de TVE, y todo lo que supone, y me siento agraciado de tener como amigos, a de dos de esos grandes aventureros, Un gran abrazo Curro.

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  4. Extraordinaria hazaña digna de un gran montanero, aventurero y militar. Ejemplo de tesón,confianza, espíritu de equipo y una inquebrantable voluntad de vencer.
    Relato inspirador digno de ser guardado.
    Un abrazo, amigo.
    Adolfo Comoma

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