martes, 9 de marzo de 2021

Abismos marinos

La última frontera

Se conoce más de la superficie de Marte que de los fondos oceánicos, de los que tan sólo se ha cartografiado con detalle el 5% y se estima que aún falta por identificar el 90% de las especies que habitan las profundidades.

Por Ángel Alonso (OLL)                                              

Mientras que doce personas han caminado por la Luna, hasta el momento solamente siete seres humanos han conseguido alcanzar el punto de mayor profundidad oceánica, en la Fosa de las Marianas, siendo los últimos de ellos los tres tripulantes del sumergible chino Fendouzhe que, el 10 de noviembre de 2020, alcanzó los 10.909 metros de profundidad.

El 23 de enero de 1960, Don Walsh y Jacques Picard, tras un penoso descenso en el batiscafo Trieste, se posaron en el lecho marino durante veinte minutos a 10.916 metros de profundidad en la Fosa de las Marianas. El Trieste no disponía de cámaras, lo que no impidió que los dos exploradores pudieran contemplar cómo un pez aplastado se desperezaba del lecho oceánico y desaparecía en la oscuridad.

Hubo que esperar hasta el 25 de marzo de 2012 para que el cineasta canadiense James Cameron alcanzase la profundidad de 10.908 metros como único tripulante del submarino diseñado por él mismo, el Deepsea Challenger.

El ser humano que más ha bajado hasta el momento es el estadounidense Víctor Vescovo quien, el 13 de mayo de 2019, estableció el récord de profundidad en 10.928 metros, llegando a pocos metros de la máxima depresión de la Fosa de las Marianas que se estima en 11.034 metros bajo las aguas del Pacífico occidental y que es conocida como Challenger Deep. El tiempo empleado por Vescovo, con su submarino DSV Limiting Factor, fue de 12 horas en total: 3,5 horas de descenso, 4 horas en el fondo y cuatro horas para volver a la superficie.

La presión aumenta una atmósfera por cada diez metros de descenso, por eso son muy pocas las naves que consiguen llegar más allá de los 4.500 metros de profundidad. Si por alguna causa hubiera algún problema y el agua consiguiese entrar, nuestro cuerpo sería inmediatamente destrozado en miles de pequeñísimos fragmentos y nuestra mente se desintegraría antes de que pudiéramos pensar qué estaba sucediendo.

Por debajo de 70 o 100 metros la oscuridad es absoluta. A partir de ahí comienza el medio en el que viven la mayor parte de los seres vivos que habitan el planeta Tierra, al que tal vez hubiera que haber puesto el nombre de planeta Agua. Se cree que en los fondos abisales podrían vivir unos treinta millones de especies de animales, frente al millón y medio que se calcula que habitan la superficie terrestre.

Las criaturas que pueden encontrarse en las profundidades oceánicas pueden superar con creces la imagen más estrafalaria que seamos capaces de crear en nuestra mente, y las hay que desafían a la lógica y a la física.

En una chimenea submarina a tres kilómetros de profundidad, al norte de la isla Ascensión, en el Atlántico ecuatorial, unos investigadores encontraron gambas pegadas a la pared donde las emisiones alcanzaban los 407 grados centígrados, temperatura más que suficiente para fundir el plomo… A escasos centímetros de la pared, la temperatura descendía bruscamente hasta los dos grados… Hasta el momento nadie es capaz de explicar cómo esas gambas son capaces de mantenerse con vida a una temperatura tan alta y, al instante, tan baja.

No sabemos qué clase de monstruos pueden vagar a sus anchas bajo la superficie, ni qué criaturas de tiempos remotos han sido capaces de resistirse a la extinción adaptándose a las edades de la Tierra… Quizás sea eso mismo, que los océanos funcionen como neveras en las que la evolución transcurre más lentamente, preservando a los animales en una especie de mundo perdido.

En cualquier caso, a estas alturas del siglo XXI los fondos marinos ocultan demasiados secretos, aún por desvelar. No cabe duda de que estamos ante la última frontera del mundo de la exploración.

 



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