miércoles, 11 de noviembre de 2020

El Paititi

El legendario reino perdido

Cuenta la leyenda que existe un lugar, perdido en la selva, en el que Intipchurrin, el Hijo del Sol, vive y reina en silencio a la espera de poder regresar para restablecer el Imperio Inca. Dicen los antiguos que en ese lugar aún se custodian los conocimientos y los tesoros que harían restaurar el Universo. 

Por Ángel Alonso  (OLL)

En tiempos del Inca Tupac Yupanqui, unos cien años antes de la llegada de Pizarro, las avanzadillas del ejército imperial llegaron a los límites más alejados del Imperio Inca. Aquella frontera quedó marcada por la difícil geografía dominada por la selva virgen y por la feroz resistencia de las tribus que habitaban aquellos territorios que, cuentan, pertenecían al Reino del Paititi.

Desde los tiempos de la conquista del Perú los primeros españoles, que por allí se internaron, comenzaron a escuchar los relatos sobre la existencia de una mítica ciudad perdida en la selva amazónica. Aquel misterioso emplazamiento era conocido como Paiquinquin Qosqo, que significa la Ciudad Gemela al Cusco, y habría sido levantado en los territorios del irreductible Reino del Paititi en el interior de la selva virgen de Madre de Dios. Cuentan los antiguos que aquella ciudad habría sido construida en la meseta del Pantiacolla, fruto del acuerdo de paz entre el Inca Tupac Yupanqui y el Gran Padre, Yaya, Señor del Paititi.

En sus orígenes, la ciudad perdida del Paititi habría estado conectada por siete depósitos de aprovisionamiento con la ciudad inca de Paucartambo y en sus inmediaciones se habría construido una laguna negra y cuadrada, de la que partía un camino de lajas que llevaba hasta ella.

Cuenta la leyenda que la ciudad se encontraría oculta en la naciente de un río, que caería desde lo alto de una montaña formando una exótica cascada. La montaña estaría atravesada por profundas cavernas comunicadas por múltiples ramificaciones, formando una especie de santuario en el que habitarían los primeros guardianes de la ciudad, unos hombres muy altos vestidos con túnicas blancas, llamados paco-pacuris y que el mito señala como los supervivientes de una antiquísima civilización, altamente desarrollada, que se habría extendido por la selva amazónica comprendida entre la vertiente oriental de la cordillera  andina  hasta  la  confluencia  de los ríos  Madre de  Dios y Beni, en la actual Bolivia. Aquella misteriosa civilización, que hablaría la lengua aimara, habría desaparecido al ser arrasada por una gran inundación ocurrida muchos siglos atrás.

Según un relato de 1686 del misionero español Francisco de Cale, la ciudad perdida del Paititi tendría un microclima propio y se encontraría en zona prohibida al final de un recóndito cañón, en un valle en forma de cono volcánico al que se accedería tras atravesar la montaña por las cuevas protegidas por los paco-pacuris.

Fuese como fuese, dice la leyenda que, ante la invasión de los conquistadores españoles, los últimos incas habrían huido y buscado refugio en la ciudad del Paititi llevando consigo su sabiduría y sus más valiosos tesoros. Allí vivirían y permanecerían alejados de todo lo que pudiese precipitar el final de su cultura y continuarían con la sucesión del Inca o Hijo del Sol hasta que llegase el momento de recuperar el antiguo territorio del Tahuantinsuyu o Imperio Inca y restablecer el Universo.

El polvo del tiempo puede que borrase la posible ubicación física de la ciudad perdida del Paititi, pero los relatos de los ancianos indígenas se transmitieron de generación en generación, mezclando la fantasía con lo que de verdad pudiese haber sobre la existencia de aquella misteriosa ciudad repleta de tesoros y perdida en lo más profundo de la selva. La leyenda se fue agrandando y, desde hace casi quinientos años, muchas expediciones son las que se han adentrado en la selva, a la búsqueda del Paititi, sin resultado alguno. Dicen que aquellos que más cerca pudieron estar de encontrarlo jamás regresaron y que los pocos que consiguieron retornar, tan sólo contribuyeron a crear más confusión y a agrandar el mito.

Lo cierto es que, a estas alturas del siglo XXI, la búsqueda del Paititi constituye uno de los grandes retos por realizar del mundo de la exploración. Los riesgos de la selva, unidos a la resistencia hostil de los indígenas y los asaltos de los bandidos, puede que hubiesen podido proteger hasta la actualidad lo que, sin duda, sería uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la Historia.

Dicen que los aviones y helicópteros que intentan acercarse a la región de la posible ubicación del Paititi, sufren extrañas averías o son víctimas de repentinos y peligrosos cambios meteorológicos. También se cuenta que las fotografías de la zona, tomadas por satélite, muestran un lugar permanentemente rodeado de espesas nubes. En definitiva, es como si la región en donde podría esconderse el Paititi estuviese dominada por una extraña anomalía. 

Puestos a soñar, quizás lo mejor sería que, si realmente existiese, el Paititi nunca fuese encontrado y que el misterio de la ciudad llena de conocimientos y de tesoros, perdida en lo más intrincado de la selva virgen amazónica, se mantuviese sin resolver por muchos años más. También es posible que el verdadero Paititi consista tan sólo en eso, en el camino que recorramos y las aventuras que seamos capaces de vivir yendo a buscarlo.

 Agradecimientos: A Mari Carmen Valadés, historiadora y arqueóloga especializada en civilizaciones prehispánicas sudamericanas. 

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