miércoles, 14 de marzo de 2018

Kilimanjaro, el sueño de una aventura africana


Por Ángel Alonso (OLL).

Dicen las gentes de la región, que “el Kilimanjaro es una montaña capaz de sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, que en sus laderas nos podemos hacer grandes o pequeños, y que aquellos que consiguen llegar a la cima pueden ver su alma reflejada en los hielos perpetuos de sus glaciares…”


Pole… pole…” Me decía, de cuando en cuando, el guía que me acompañaba mientras trataba de subir por las laderas del techo de África… Lo que trataba de decirme en suajili mi atento compañero de ascensión, es que fuera despacio, “poco a poco…” Pero en realidad y a mi modo de ver, tampoco hacía falta que me dijera nada porque rápido, lo que se dice rápido, no iba… Las razones, primero que “la cuesta se las traía” y, segundo, que avanzaba intentando disfrutar al máximo del entorno, procurando que nada se me escapase, sabedor que estaba en el lugar con el que en tantas ocasiones había soñado y tratando de impregnarme de olores, colores y sonidos, al objeto de poder recordarlos durante el resto de mi vida… 

Y el tiempo pasa y aunque ya han pasado unos cuantos años, de momento mantengo bien la memoria y recuerdo mi ascensión al Kilimanjaro como una experiencia fantástica por poder ver y tocar lo que, en el futuro, tan sólo se podrá observar en fotografías e imágenes del pasado… Haber visto y pisado sus legendarias nieves significa sentirse un auténtico privilegiado ya que, según algunos estudios, dentro de unos diez o, a lo sumo, quince años, el perpetuo manto blanco que envuelve la cumbre que inmortalizara Hemingway, desaparecerá irremediablemente del paisaje en la sabana africana.


El Kilimanjaro o Uhuru, al que los chagga que habitan en sus laderas conocen como Kilima Ndjaro, que en su lengua bantú significa Monte Blanco, y al que los masai denominan Ngaje Ngai, La Casa de Dios, está situado al noreste de Tanzania, cerca de la frontera con Kenia. Icono de los países africanos de la zona, el Kilimanjaro pertenece por entero a Tanzania desde que el emperador Guillermo de Prusia reclamara a su prima, la británica reina Victoria, que ella poseyera dos montañas (Kenia y Kilimanjaro) y, a consecuencia de ello, accediese a volver a trazar dicha frontera.

Posteriormente “el detalle” tendría una importancia relativa ya que, a la conclusión de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña, no solo volvería a recuperar el Kilimanjaro, sino que, en 1920, en virtud de un mandato de la Sociedad de Naciones, pasaría a controlar la mayor parte de la colonia del África Oriental Alemana, el extenso territorio de Tanganica que, por aquel entonces, incluía las actuales Tanzania, Burundi y Ruanda. Los dos últimos pasarían a ser administrados por Bélgica, y el resto del territorio, que mantendría el nombre de Tanganica, se mantendría como colonia británica hasta su independencia en 1961. Fue en 1964 cuando, tras fusionarse con la isla de Zanzíbar, nacería la actual Tanzania. 


La primera visión es imponente… Dueño y señor del paisaje de la región, el Kilimanjaro se recorta majestuoso en el horizonte y cierra la sabana, sirviendo como telón de fondo a las acacias y a la abundante fauna de la región en todo su apogeo. Cebras, jirafas, elefantes, búfalos, gacelas, ñus, leones, leopardos, guepardos, etc., escenifican el drama diario de la supervivencia, salpicando un paisaje irrepetible que constituye, en sí mismo, uno de los grandes tópicos de África.

Geológicamente el Kilimanjaro es un volcán perteneciente a la gran Falla del Rift, con dos picos separados entre sí once kilómetros, que quedan unidos por un amplio collado a una altura de unos 4.600 metros. El Kibo, con 5.895 metros, es el pico más alto, y su cima desnuda y helada se conoce como Uhuru Peak; y el otro es el Mawensi, cuya cumbre se eleva 5.354 metros sobre el nivel del mar. El cráter central del Kibo, de dos kilómetros de anchura y trescientos metros de profundidad, presenta una actividad volcánica continua y está cubierto por una capa de hielo en la que se abren varios cráteres.

En sus laderas inferiores se cultiva café y plátano, mientras que a mayores alturas vamos encontrando, sucesivamente, bosque denso, brezales, vegetación alpina, musgos y líquenes. Los primeros glaciares, en claro y alarmante retroceso, no hacen su aparición hasta una altura aproximada de 4.300 metros.


Hubo que esperar hasta 1848 para que los europeos lo descubrieran. Fue el misionero alemán Johannes Rebmann el primero que lo divisó y su testimonio fue puesto en entredicho por los geógrafos de la época, al considerar imposible la presencia de nieves perpetuas tan cerca de la línea del ecuador. Menos aún podían imaginar aquellos geógrafos que todavía quedaba por descubrir el Macizo del Ruwenzori, también conocido como las Montañas de la Luna, situado en plena divisoria del ecuador y en donde sus habituales nevadas poco tienen que envidiar, por su cuantía e intensidad, a las de cualquier otra gran cordillera montañosa del planeta. La primera ascensión completa al Kilimanjaro, de la que se tiene constancia, la realizarían en 1889 el geógrafo alemán Hans Meyer y el alpinista austríaco Ludwig Purtscheller.

Una de las ascensiones más famosas de las que han llegado hasta nuestros días, la protagonizó en 1937 el escritor estadounidense Ernest Hemingway, quien recogió en su libro, Las Nieves del Kilimanjaro, como cerca de la cumbre oeste encontró el esqueleto seco y helado de un leopardo, sin que nadie hasta la fecha haya podido explicar que fue lo que pudo impulsar al felino a subir hasta allí… Por eso, mientras ascendía por sus laderas, además de soñar con alcanzar su cima más alta, también tenía la ilusión de descubrir sus rarezas románticas como la del leopardo de Hemingway o la de los restos de un elefante descubierto, años atrás, a más de 5.000 metros.


Lamentablemente, el poco tiempo disponible para estar en la cumbre antes de iniciar el descenso y el cansancio, mermaron mi capacidad y las ganas de realizar una observación más concienzuda… Aun así, el guía aseguraba que los restos estaban ahí y mi imaginación se desbordó buscando las causas por las que un leopardo y un elefante iniciaron el camino sin retorno hacia el cielo de África. ¿Qué pudo lanzar a esas bestias a abandonar su entorno en la sabana o en la falda de la montaña, para adentrarse en un paisaje desconocido y, más tarde, letal?

Es seguro que los dos animales fuesen notando los efectos de la altura, el frío, el hambre e incluso la sed a medida que ascendían, pero… ¿qué pudo impulsarles a continuar en contra de su instinto y qué buscaban? ¿Realmente eran conscientes de querer alcanzar las cimas del Monte Blanco como lo denominan los chaga, los habitantes más próximos en la zona?... ¿O pudiera ser que tan sólo se tratase de dos criaturas desorientadas y sin ninguna capacidad de supervivencia debido al cansancio?

No vi a mis amigos el leopardo y el elefante, pero, en cualquier caso, seguirán para siempre en la cima del Kilimanjaro desafiando a los científicos que busquen una explicación y alimentando los corazones de los soñadores como yo, capaces de ver en ello una enigmática y preciosa historia, envuelta en la leyenda y repleta de épica.


Punto de referencia geográfico de miles de corazones inquietos, el Kilimanjaro ha alentado los sueños de varias generaciones de viajeros y aventureros deseosos de comprobar, por sí mismos, la grandiosa belleza de sus paisajes y entorno. También ha habido quienes se han sentido atraídos por el romanticismo que envuelve su alta cima situada en una de las zonas con mayor concentración de animales salvajes del mundo. Y puede que, ¿por qué no?, quien sintiéndose arrastrado por el misterio y la leyenda, haya viajado hasta sus estribaciones en busca de las mismísimas Minas del Rey Salomón.

No es una cumbre difícil, ni especialmente alta, pero por su belleza, su situación y por su entorno, ejerce un magnetismo irresistible… Todo lo que imaginemos y más, está ahí… En la montaña que, según los nativos, para su ascensión exige lo mejor y hace purgar lo peor de nosotros mismos… Un enorme templo natural con el que los masai puede que estén en lo cierto y que, entre las nieves de sus cumbres, es posible que se encuentre la Casa de DiosPor todo ello, el Kilimanjaro ofrece una excelente oportunidad para hacer realidad el sueño de vivir una hermosa aventura africana.

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