Nota
del Autor (OLL).
Hace ahora tres años, tuve el privilegio de vivir la Semana Santa junto a un
grupo de legionarios españoles, encargado de instruir al ejército iraquí en el
campo de adiestramiento militar de Besmayah, al sureste de Bagdad. Por la
peculiaridad del escenario y por su alta espiritualidad, aquella fue una
experiencia única que siempre recordaré. Lo que viene a continuación fue la
crónica que, al día siguiente, en la mañana del sábado 4 de abril de 2015, envié
para España… Este fue el relato…
Por
Ángel Alonso (OLL)
Al redoble del tambor y al toque de las
cornetas, el Cristo de la Buena Muerte
también procesionó bajo la luna iraquí, en la noche del Viernes Santo.
El sentimiento y el fervor religioso
obraron el milagro de que, por espacio de más de dos horas, las distancias
desapareciesen y los rincones de la Base Española Gran Capitán se transformasen
en las calles de Málaga en Semana Santa… Pero también de Sevilla, Salamanca,
Valladolid o el mismísimo San Juan de Puerto Rico…
La idea inicial era organizar un sencillo Vía Crucis en el que cada una de sus
catorce estaciones fuese organizada por una unidad diferente de las que
componen la Agrupación ahora mismo desplegada cerca de la localidad iraquí de
Besmayah, situada a unos sesenta kilómetros al sur de Bagdad. Aparte del
comienzo del recorrido (desde el punto inicial, a las 21:30 horas), pocas más
instrucciones se dieron. Lo demás, lo que estuvo por venir, fluyó por sí sólo…
Las estaciones, todas ellas, resultaron
sorprendentes. Hubo imágenes, representaciones religiosas, sentidas palabras,
poemas, saetas, muchísima emoción y, al final, la interpretación del legionario
Novio de la Muerte, en su segunda
mitad sin música, que puso el colofón a una noche de intenso sentimiento
religioso y que fue entonado a capela,
no sólo por todos los soldados españoles, legionarios o no, allí reunidos, sino
también por un significativo número de soldados estadounidenses católicos que,
durante toda la celebración, también participaron de forma activa en todo su
desarrollo.
Tratar de resaltar los momentos más
memorables de todo el recorrido no resultaría sencillo, porque todos lo fueron.
Pero quizás sea más fácil resaltar la gran espiritualidad que envolvió todo el
ambiente, desde el principio hasta el final, y el enorme respeto y absoluto
silencio de las más de doscientas cincuenta personas que participaron, roto por
el ronco redoble del tambor y, de cuando en cuando, por el clamor de las
trompetas al cielo nocturno iluminado por la luna de Irak.
Con solemne paso lento, la réplica del Cristo de la Buena Muerte, propiedad de
la Hermandad de Mena, en Málaga, que lo cede a todas las misiones en las que
participa La Legión, fue portado de estación en estación por los relevos que,
de forma espontánea se iban organizando tan sólo poniéndose al lado y marchando
hasta la siguiente estación, junto al portador a relevar.
En cuanto a las estaciones del Vía Crucis, a tenor de la emoción y los
posteriores aplausos que levantaron, hay que destacar la IV, organizada por los
Servicios Sanitarios, en la que se escenificó Jesús se Encuentra con su Madre, adaptándola a una representación
del apoyo que prestan médicos y enfermeros al herido en combate… y, por
supuesto, la XIV, la organizada por el Equipo de Cocina, en la que el soldado
Beltrán, oriundo de la localidad de Nerva en Huelva, interpretó un fandango
“asaeteado” dedicado al Cristo de la
Buena Muerte, que provocó que la emoción de los asistentes desbordara en
una cascada de aplausos, seguidos de vítores al Cristo, a España y a La Legión.
El carácter internacional de la procesión
también contribuyó a que se elevaran oraciones por el pueblo iraquí, por la
Coalición Internacional que le ayuda en su lucha contra el terrorismo
yihadista, por las familias de todos los presentes y por los cristianos
perseguidos en todo el mundo.
Finalmente, y después de entonar el Novio de la Muerte, al filo de la media
noche, todo terminó como había empezado, con el silencio propio del
recogimiento, pero con la certeza de haber vivido algo mágico y, a buen seguro,
irrepetible.
En Besmayah, a 4 de abril de 2015
P.D.- Este relato está
dedicado a los hombres y mujeres que, lejos de nuestro territorio, salvaguardan
la seguridad y libertad de España y de los países de su entorno. La dedicación
especial es para mi amigo el páter
Francisco Ruiz que, por estas fechas, está de nuevo en el mismo lugar en el que
coincidimos hace tres años.
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