Un gran alpinista y mejor persona
El próximo sábado, 29 de mayo, hubiera cumplido 54 años, pero quiso la fatalidad que un viernes, 23 de mayo de 2008, se quedara para siempre en el Annapurna.
Suena a tópico decir que se fue uno de los mejores, pero Iñaki lo era… Excelente persona, buen amigo y un extraordinario profesional de la montaña, hizo del Himalaya su segunda casa… ¿O tal vez la primera?
Se inició muy joven en el himalayismo, con tan sólo 22 años, y pronto destacó por sus excelentes cualidades que le llevaron, entre otros retos, a subir ocho mil metros en tan sólo veinticuatro horas, o subir los 6.962 metros del Aconcagua en tan sólo 5 horas y 45 minutos, récord mundial que mantuvo hasta 2004.
Su pasión por las grandes montañas le hizo enrolarse, durante un tiempo, en el equipo de Al Filo de lo Imposible, para más tarde hacerse guía de alta montaña con un extraordinario prestigio internacional. Sus clientes le buscaban desde todos los rincones del mundo a golpe de talonario…
En 2004 Iñaki consiguió el sueño de hacerse alpinista profesional, al contar con patrocinadores importantes, y, finalmente, se pudo dedicar a preparar sus propios proyectos. Alpinista comprometido, nunca buscó el camino más fácil, ni la ruta más concurrida, sino todo lo contrario, abrió vías nuevas y dio a las montañas de siempre, otra perspectiva.
Coincidí con Iñaki en 2002 en Katmandú, en Nepal, y, como se suele decir en esos casos, desde el primer momento hicimos buenas migas… Descubrí a un tío agradable, sensato, gran conversador y una persona generosa siempre dispuesta a echar una mano.
Durante los días en los que convivimos pudimos hablar de lo divino y de lo humano… De proyectos y de sueños… Del presente y del futuro… Por aquel entonces Iñaki se ganaba la vida como guía profesional y ya me habló de su deseo de convertirse en alpinista profesional e intentar el proyecto de los catorce ochomiles. En aquel momento ya tenía cinco: el Cho Oyu, los Gashembrum I y II, el Lhotse y el Everest… En el 2002 todavía le faltaban nueve… En mayo de 2008, de los catorce, ya tan sólo le faltaban dos: el Annapurna y el Kanchengjunga… Dos huesos.
Quiso el destino que el Annapurna, la Diosa de la Abundancia, la montaña asesina como otros la conocen, se cobrara una nueva víctima. En esta ocasión la vida de uno de los más grandes, como grande es su leyenda… Pero no le fue fácil, Iñaki resistió bravamente durante cinco días, en el campamento IV a 7.400 metros de altura.
Dicen que cada uno recoge lo que siembra, y lo que sembró Iñaki lo recogió de una forma hermosa, generosa, épica… Desde su compañero de cordada, que permaneció con él, continuando por los primeros compañeros que, en durísimas condiciones, se arriesgaron para salvar al bravo montañero navarro, a los que se unieron los equipos que subieron para reforzar y ayudar a los rescatadores, los helicópteros y asistencias de todo tipo… La flor y nata del alpinismo internacional presente en Nepal se lanzó en pos de lo que parecía imposible… Rescatar a Iñaki.
Con edema cerebral desde el lunes y agravado por otro edema pulmonar, el bueno de Iñaki no resistió más y allí terminó… Tal vez si hubiera aguantado cuatro horas más podría haberse salvado, pero eso nunca lo sabremos… Por expreso deseo de Iñaki y corroborado por su familia para no arriesgar más vidas, su cuerpo allí quedó y permanece para siempre en el Annapurna, en su territorio, descansando en paz allá donde finaliza la Tierra y comienza el Universo.
Dedicado a la memoria de Iñaki Ochoa de
Olza, un gran alpinista y mejor persona.
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