jueves, 12 de mayo de 2022

Vuelo Inaugural

Una aventura aérea en un Yak 52

Llevábamos mucho tiempo esperando el momento de iniciar el viaje de vuelta a casa y por fin los problemas y papeleos parecían tocar a su fin. Sentados en la cabina del avión, bajo un sol veraniego, esperábamos la confirmación de la autorización para sobrevolar territorio polaco fuera de las rutas establecidas para vuelos visuales, sin la cual no podríamos llegar a nuestro destino por falta de combustible. Tras despegar de Kaunas, en Lituania, debíamos volar directamente a la frontera lituano-polaca y dirigirnos a Gdansk dejando a escasos kilómetros la peligrosa frontera rusa del territorio de Kaliningrado, la única salida al mar Báltico de la Rusia actual.


Por Juanjo Manzano (OLL)

La situación política en la zona todavía estaba revuelta en aquellos días y algún piloto que se había acercado demasiado a esta frontera ya se había llevado algún susto con los cazas rusos con lo que al recibir la autorización para despegar, nuestras mentes se dispusieron a realizar una navegación lo mas precisa posible para evitar “problemas”. Con dos GPS y una buena carta no debíamos tener ningún problema a la vista del maravilloso día que teníamos, así que rápidamente nos encaminamos a la frontera y tras una breve comunicación con “Varsovia control” pusimos rumbo a nuestro destino por la línea mas corta.

Desde la cabina trasera del Yak 52, el espectáculo era maravilloso. En un avión recién pintado con colores militares de la antigua URSS, con una visibilidad excelente por todos los ángulos de visión iba confirmando con el GPS los accidentes geográficos de la ruta manteniéndonos siempre a unos prudenciales 4-5Km de la zona fronteriza prohibida. Disfrutaba del vuelo como un niño con juguetes nuevos cuando, de repente, la luz roja de “reserva combustible” se iluminó en el panel de instrumentos. El puesto trasero de este avión está reservado al instructor de vuelo y tiene un número limitado de instrumentos con lo que sabía que en uno de los dos tanques de combustible el nivel era de 10L. Extrañado le pregunté a Yiyo, quien pilotaba el avión en aquel primer tramo de la ruta a casa, si a él también se le había encendido esa luz de aviso a lo que me respondió con un lacónico “si”, y al interesarme por las indicaciones de combustible totales me respondió con “10L en el izquierdo, 20L en el derecho”.

¡¡30 litros solo!! Los cálculos eran muy sencillos. Consumiendo un litro por minuto dentro de media hora nos convertiríamos en un planeador que volaba igual que un piano de cola… y Gdansk estaba a exactamente 30 minutos de vuelo a la velocidad actual. No lo podía creer. Evidentemente el aparato consumía algo mas de lo que ponía en los manuales así que en el primer vuelo del avión tendríamos que hacer un aterrizaje de emergencia por falta de combustible. Afortunadamente a unas millas de distancia por delante teníamos una pequeña pista de planeadores que nos podía servir en caso de tener algún problema por lo que tras comunicar al controlador nuestra decisión de aterrizar en Elblag, realizamos la que me pareció la maniobra de aproximación mas larga de mi vida. Cada vez que virábamos me imaginaba el combustible dejando de entrar de los depósitos al motor y contenía la respiración esperando el fallo del mismo.

Con la toma asegurada comencé a respirar un momento hasta que, al tomar tierra, parecía que estábamos aterrizando en un “patatal” lleno de agujeros. De nuevo pensé que íbamos a destrozar el avión en su “vuelo inaugural” de la cantidad de baches que tenía aquella pista y que el tren de aterrizaje no resistiría aquel trato. Pero lo hizo, y nos encaminamos a unos edificios que parecían ser las oficinas del campo de vuelo.

Las miradas de los polacos no parecían ser muy amistosas. El modelo de pintura era espectacular pero parece ser que no traían buenos recuerdos a aquellas gentes. Por señas conseguimos hacer que nos repostaran el avión, lo que hicieron con cubos y a mano (en ese momento entendimos la razón de los filtros en las bocas de repostado) y cuando creíamos que estaba todo solucionado nos indicaron que todavía no podíamos despegar. Habíamos aterrizado en un aeropuerto no autorizado en nuestro plan de vuelo y que no era aduanero por lo que se nos exigía la presentación de un informe dando cuenta de las razones de nuestra decisión y esperar a la llegada de la policía para realizar los trámites aduaneros.

Por fin, después de una larga conversación de besugos, ya que no teníamos una lengua común con la que entendernos, y aquellos policías no estaban por la labor de entender mucho, conseguimos hacer ver a los agentes que no éramos rusos, ni el avión era militar y que lo que queríamos era llegar a Gdansk para luego seguir nuestro viaje hasta Canarias. Despegamos, pues, ya entrada la tarde y aterrizamos en nuestro destino original 20 minutos mas tarde donde, de nuevo nos pidieron mas informes, papeles y explicaciones, un taxista nos llevó al hotel mas lejano del aeropuerto y tomamos la única comida del día, pero eso… eso ya es otra historia.

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