jueves, 2 de diciembre de 2021

Los Últimos Reyes de Thule

 Los pobladores del Ártico hacia el futuro

Los Últimos Reyes de Thule es el título de un libro fundamental sobre la tradición y la transición de los pueblos del Ártico, simbolizados por una pequeña comunidad del norte de Groenlandia llamada Thule, donde viven los orgullosos inuit, los seres humanos ubicados más al norte del planeta y los mejores viajeros polares del mundo, compañeros de Peary en su conquista del Polo Norte en 1909. Jean Malaurie cuenta en este libro su fascinante vivencia durante un año en la aislada comunidad, para acabar siendo un testigo de excepción del montaje de la base militar de Thule donde 10.000 soldados americanos desembarcaron en el minúsculo poblado de Thule, de poco más de 100 habitantes durante el verano de 1951.  La onda expansiva de la era nuclear aplastando de un zarpazo reliquias de la edad de piedra.

Por Ramón Larramendi (OLL)

El Ártico, a diferencia del resto de las zonas habitadas de nuestro planeta, es una gigantesca extensión de terreno en la que apenas habitan unos centenares de miles de personas, las distancias son enormes, el aislamiento máximo, las condiciones ambientales y climáticas las más severas del mundo, el Ártico no está de camino hacia ningún lado, no está próximo a casi nada. 

Estos aspectos han determinado la idiosincrasia y la historia de los diecinueve grupos nativos que hay en el mundo circumpolar, de los que el más conocido son los esquimales o inuit. 

La poca densidad de población ha implicado que los conflictos entre pueblos del Ártico hayan sido en algunas zonas bastante raros, hasta el extremo de que en Groenlandia no tengan una palabra para la “guerra” y, sus habitantes posean un carácter afable, amistoso, donde la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua siempre han sido considerados un arma tan relevante como los arpones. 

Pero este Ártico legendario de grupos de nómadas en armonía con su entorno de banquisa o tundra, que en algunas zonas como Canadá aún estaba presente a finales de los 60, empezó  a comienzos de los 70 una dramática transformación de sus estructuras, con la consiguiente concentración en poblaciones, abandono de la vida tradicional, dependencia gubernamental, lenta apertura al mundo, unido al comienzo de la explotación de los recursos petrolíferos a gran escala, como en el norte de Alaska.

Este comienzo de la explotación tuvo unas inesperadas consecuencias  políticas para los nativos del Ártico americano, por la obligación de los estados donde se asentaban estas poblaciones indígenas a firmar unos tratados para aclarar los derechos de posesión de la tierra, pues sus pobladores originales no habían firmado ningún tratado ni acuerdo previo, lo que les dio una considerable fuerza en la negociación, que en casi todos los casos supieron aprovechar bien. Los nativos del Ártico asiático, ricos en petróleo como los Nenets de la península de Yamal, tuvieron menos suerte.

Los indígenas circumpolares, han tenido por lo general una historia menos trágica que los de otras zonas del mundo. Y en algunos casos, como el de Groenlandia,  sus habitantes pueden considerarse afortunados gracias a la larga tradición de Dinamarca de preocupación por el bienestar de sus nativos, actitud que explica el por qué va camino de convertirse en 2021 en un estado independiente perteneciente al reino de Dinamarca.

Desde el momento en que el Ártico entró en la modernidad, vino acompañado de unos indeseados compañeros, comunes prácticamente en todos los indígenas del mundo sometidos a esta brutal transformación: el alcoholismo, el desarraigo provocado por la rápida urbanización y la pérdida de referencias. En ocasiones y a pesar de los numerosos recursos empleados, hay casos como el de Alaska en donde los inupiaqs son realmente ricos gracias a los royalties del petróleo, que no han conseguido paliar los dramas de una acusada desestructuración y su triste reguero de incontables dramas humanos.

Los inuits, unangan, samis, nemsys y el resto de los grupos árticos han sido siempre los más firmes defensores de la vida salvaje, la biodiversidad y el entorno natural del que se sienten parte integrante. En el comienzo del siglo XXI se cierne ante ellos una grave amenaza u oportunidad, provocada por un hecho inesperado pero que está llamado a tener una importancia determinante en su futuro: el calentamiento global.

El calentamiento ya está comenzando a generar un cambio profundo en el Ártico. Ello supone la amenaza total para lo que queda del modo de vida tradicional, aún vivo gracias al aislamiento y la falta de otras alternativas de empleo, pero el calentamiento implica la desaparición de la banquisa, uno de los factores culturales y de aislamiento más importantes.

Su desaparición, además de un cambio físico radical, va a implicar el desplazamiento del Ártico de una posición lateral y marginal en los asuntos mundiales a ocupar una posición central por la enorme importancia estratégica de sus gigantescas reservas de petróleo y minerales, todavía selladas por el manto blanco del hielo, que son la alternativa al siempre conflictivo Oriente Medio o a la trágica África.

Los nativos del Ártico actual recuerdan de alguna manera a los de la tribu de Thule en 1950, justo antes de que un gigantesco “tsunami” se cerniera sobre ellos. Los actuales líderes representantes de sus comunidades circumpolares van a necesitar toda la sabiduría, adaptabilidad e inteligencia para no ser literalmente barridos del mapa por una “gigantesca ola”, cuya espuma ya se otea en el horizonte.

Ramón Hernando de Larramendi es explorador polar. Ha protagonizado las páginas más importantes de la exploración polar española. Entre sus logros están la Expedición Circumpolar (14.000 km en trineo y kayak), el Polo Norte a pie desde Siberia y la travesía de la Antártida en catamarán polar impulsado con cometas y la fuerza del viento. Es el director y fundador de la agencia de viajes Tierras Polares.


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